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18 de junio de 2017

Cada vez que tus manos revolotean por mi cuerpo, crece el fuego interior y sólo quiero juntarte contra mí más y más. Que te consumas en mis llamas, eso quiero; que suba tanto la temperatura que ni siquiera tú puedas soportarlo.
Si me dejas, puedo bailar en tus manos al ritmo suave y sensual de la música, coordinando el vaivén de caderas. Si me dejas, puedo bailarte lenta e intensa sobre las piernas, como una cascada de agua siguiendo el curso natural.
¿Por qué separar dos imanes que se atraen irresistibles cuando es más fácil dejar que se fusionen en un mismo elemento?
Puede ser que me haya enganchado a pasarte la lengua por la piel y saborear cada trocito de ti, a morderte más de la cuenta con ansias y volverme libre y salvaje, a aferrarme a ti como si fueses la llave del único cielo que se me permite tocar. Quizá haya desatado todo un volcán de emociones y sensaciones sólo con mirarte a los ojos entre luces y sombras y, aunque sea para mí irremisible, tan sólo quiera explotar y dejarme llevar de forma gravitatoria.
Y digo mucho "joder", y más cuando no me queda otra opción que rendirme ante ti, aunque sea yo quien se haya entregado. Y digo muchas otras cosas también que suenan bastas, o que suenan a medias, entrecortadas, escupidas con rabia, pero no sé hacerlo de otra forma. No sé ponerme mucho en modo romántico y transmitirte un sinfín de cosas que lograrían sacarte una sonrisa. Soy más de ponerme a secas, y lo que surja, y ya vamos viendo, y como cuadre, donde sea, cuando quieras. Correrme contigo es una de las cosas más bonitas que puedo hacer, y aunque sea a destiempo, sonríes también. Y, joder, lo que me encanta conseguirlo no lo sabes bien aún.
Que esto no es una declaración de principios ni mucho menos porque, si no te gustasen, me inventaría otros con la excusa de que ni siquiera a mí me convencen. Esto es más como una declaración de hechos observables y probables, un relicario de cenizas después de arder contra tu pecho, un gemido más largo con los ojos cerrados, un mar que se desborda y rompe en tus costados, un suspiro lanzado al aire entre excesos de frenesí, un enredo de lenguas que no quieren soltarse. Es, más que nada, como decirte en una especie de cóctel molotov "te quiero" y "fóllame".

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